...de Ushuaia a Alaska, allá vamos, porque a pesar de las diferencias, todos somos iguales.

jueves, 12 de julio de 2012

Sin tetas no hay paraíso

Mentira, lo que este título reza es de una falsedad total, y si bien debe haber bustos en el paraíso, no es posible asegurar que sin ellos este no exista. Puede parecer ridículo, pues, que el título de esta entrada contenga tal aseveración, y lo es. Lo que realmente ocurrió es que para hablar del lugar en el que pasamos 20 increíbles días, no se podía dejar de mencionar esta palabra, y como usarla es a la vez uno de los lugares comunes más comunes, me puse a pensar en alguna película, en alguna canción que la nombrara. Así recuerdo va, recuerdo viene, a mi mente llegó esta novela devenida serie en Colombia. Perdónenme por tan inoportuno comienzo, pero por lo menos me tomé el trabajo de justificar el encabezamiento.
No hay tetas, hay paraíso

Como habíamos dicho, Panamá era sólo un bonito recuerdo. Entramos a Costa Rica por el lado caribeño, que todos aseguran, y parece ser verdad, que es muy distinto al resto del país. No habíamos andado ni cien km y ya estábamos en Puerto Viejo de Talamanca, sabíamos que Aime y Guille estaban por ahí, acampando en una playa, por eso, buscando donde dormir nosotros, los encontramos, habían echado raices y hace dos semanas que no podían moverse del lugar. Después de los abrazos correspondientes a un encuentro casi casual, estacionamos la Westy y ahí nos quedamos.
Hoy me voy a tomar el trabajo de explicar mejor el lugar por donde pasamos, estuve un poco holgazán últimamente y puede que sea mejor si hago un esfuerzo, al fin y al cabo, esta humilde bitácora de viaje llamada "...por América andando" nada sería sin los leales lectores.
Al grano, Puerto Viejo de Talamanca, es sin dudas una joya poco descubierta por el turismo masivo, de hecho, la mayoría de los visitantes que este increíble país tiene, van a la cordillera central, los volcanes y las costas del Pacífico. Según nos explicaron, hay varias razones que llevan a esto. En primer lugar, la costa caribeña de Costa Rica fue poblada originalmente por pobladores afro-americanos, y como consecuencia de la discriminación terrible que sufrieron siempre, este rincón parece, gracias a dios, olvidado de la mano arrolladora del desarrollo. Esto tiene sus consecuencias positivas y negativas: que no haya turistas detrás de cada maceta, de cada palmera, que no haya enormes hoteles-moles de concreto para mantener contentos y consumiendo y encerrados a sus huéspedes es óptimo, pero el lado oscuro es que de norte a sur, a lo largo de toda la línea costera, se dice, que la educación, la salud y cualquier cosa dependiente del gobierno son muy malas en comparación con el resto del país. Otra de las razones por las que no se desarrolló el turismo como en otras partes del país es por el hecho de que por acá el clima es mucho más impredecible, haciendo que cualquier plan pueda ser desbaratado en cuestión de minutos. Los planes, sabemos son lo que más aprecia el turista, generalmente norteamericano, que frecuenta en mayor cantidad cualquier país centroamericano.


Esto es lo que pasa, hay días que llueve por días y a uno le toca estacionar en el centro comercial con wi-fi libre más cercano, abrir la puerta de la Westy, abrir la computadora y dejar correr el tiempo.

Bueno, en este momento se me descompaginan los tiempos, no tenemos para presentarlos como es debido, pero a esta altura, siendo el tercer día de lluvia casi ininterrumpida, Ale y Bebi nos invitaron a pasar a su casa hasta que escampara. Ahí fuimos lo que en el futuro sería un grupo de amigos viajeros expatriados. Guille, Aime, Mati, Ana y nosotros.
 
Toda esa introducción para explicar que, conociéndonos, aburridos de tanto tiempo estar bajo techo, después de un día de tortas, tartas y tortillas, decidimos arropar a la pequeña Floripondia, para que no pasara frío. Con Bebi le confeccionamos este atuendo que después fue decorado con un hermoso volado en la parte trasera.

Punta Uva, es la playa donde acampamos muchos días, literalmente sobre el mar transparente, con un arrecife de coral vivo enorme, a escasos metros de la orilla para ser explorado por cualquiera que ande por ahí con un par de antiparras.
Vayamos unos días y sigamos, dijimos. Imposible, no solo el lugar es ideal, el clima después empezó a acompañarnos. En esta foto, la mancha azul en el mar es una parte del arrecife.
Por estos días River ascendía a primera de nuevo, el fútbol estaba en nuestra cabeza instalado y por eso despuntamos un poco el vicio, y pateamos al número cinco.
A la noche no hay luz ni en el horizonte casi, entonces solemos empezar a cocinar al atardecer.

Un día como cualquier otro, por las casualidades de la vida (y no venga ningún budita ni hinduista ni tántrico ni testigo de Jehová ni nada a decirme que las casualidades no existen, que son causalidades, no importa, esta palabra se usa hace milenios y nadie la discutía, hoy en día no se la puede ni nombrar que alguien en reunión cualquiera va a decir que no existe, que injusto destino para una tan noble sorpresa como la casualidad), decía, por esas CASUALIDADES de la vida (o facebook) nos enteramos que Pato y Guido, unos amigos de Argentina, se habían mudado a San José hace un par de meses y estaban por el fin de semana en Puerto Viejo. Entonces, gracias a Mark Zuckerberg, pasamos dos lindos días con ellos, los invitamos a nuestra casa y después en nuestra estadía en la cuidad capitalina nos quedaríamos en su casa (desde donde escribo) 

Pato y Guido, y dos pranchas de surf, una para él y otra para que yo siga incursionando en este increíble deporte.

No es que Pato no aparece por estar tomando la foto, estaba domando un rinoceronte blanco del Congo Belga en la playa.
Desde acá se puede ver parte del campamento en el que vivimos como gitanos varios días. La Westy, la Besta de los chicos (que casi echa raíces después de un mes de no salir de ahí), la hamaca, las mesas, las sillas, nosotros y los invitados nuevos amigos.
Todo esto es sólo una pantomima, y me habilita a comentar lo que pasó meses atrás, en el ya lejano Palomino colombiano. Un día como cualquier otro, Guille descansaba plácidamente en nuestra hamaca que pendía entre dos palmeras como en este caso. La confianza que ya teníamos, o yo tenía al menos, gracias a los primeros días convividos juntos me permitió dar vuelo a mi talento de ninja (léase la "J" de ninja bien sonora y no con "sh" como lo mencionan en las películas) y blandir mi machete a toda velocidad, cortar la cuerda que lo amarraba y tumbarlo al suelo. Él quiso emularme y debido a mi  rapidez de reflejos logré frenarlo.
Siendo tres y con playa inclinada no dió más que pa penales.
Después de intentar pescar algún colorido pez para llevar a la parrilla con un palo y un destornillador puntiagudo durante mucho rato sin mayores (o ningún) logro, Ale pidió un arpón prestado y dijimos, ¡Ahora sí! NO, el destino de pescador sigue siendo esquivo a mi persona, nos metemos con Ale, el dispara, atraviesa con la flecha un delgado e ínfimo pez y me dió el arma para que siguiera. Continué más de dos horas, daba en el blanco, pero nunca pude atravesarlo. Salí con la piel de un hombre de 113 años, con incipientes branquias desarrollándose por detrás de las orejas y nada. Estoy empezando a creer que soy víctima de algún conjuro o gualicho de algún creyente budista, tántrico  o testigo de jehová.

Los animales son un capítulo aparte en Costa Rica. No solo tienen un ambiente natural muy propicio para cualquier tipo de ser vivo, sino que los "ticos", como se llama a los costarricenses, tienen mucha conciencia ecológica. Es una demostración clara de que los gobiernos pueden, con medidas, concientizar positivamente a las personas que gobiernan. En este país hay más de 30 parques nacionales o reservas que cubren más del 25 % del territorio. Entonces, de esta manera, el slogan que tienen: "Pura Vida" está más que justificado. A donde uno mire encuentra algo totalmente inusual en una cuidad, iguanas, perezosos, monos, peces, frutas, plantas y más vida.
Él o ella vive en la palmera donde descansa la trompa de la Besta de nuestros amigos. En esta foto, desató todo su frensí cargado de adrenalina pura y recorrió 2 metros por las ramas en una hora y cuarto. El oso perezoso tiene bien ganado su nombre. Animal ahorrador de energías si los hay, duerme unas 23 horas por día.
Los monos aulladores pasan con todos sus familiares de tanto en tanto por nuestros techos, se cuelgan, comen, aullan (aunque parece más un rugido de león en celo).
Como estábamos a varios kilómetros de cualquier pueblo, este farol era la única luz del lugar, a aprovecharla se dijo, y en el medio de la calle nos pusimos a cocinar y comer.


Arte conceptual: belleza (por Clari lo digo), fútbol e inodoro.
El equipo completo: De izq. a der. arriba: Joaquín, Ana, Clara, Bebi, Aime. Abajo: Mati, Ale y Guille "el aprendiz de ninja fallido"
Clari aprovecha sus ratos para escribir, el cosmos la posee y desaparece de este mundo, pueden pasar horas sin que muestre casi signos vitales, enfrascada en su imaginación, creando. Este día acusaba falta de inspiración y le di un Cuba Libre tempranero que terminó por completo con sus musas y le dió un buen mareo. "Nunca más" dijo, "Alcohol y escritura no van de la mano".
Escena 5, día, toma 1 o donde unos gentiles ticos nos jalan con su camioneta después de que las ruedas quedaran parcialmente enterradas en la arena.
"Westy, la película" próximamente en las mejores salas de cine. 24 hs de rodaje discontinuado para lograr los mejores planos de la ya fachera camioneta.
Después vinieron los días de vivir en un hostel casi abandonado, levantado y poblado por Mati (gerente) y ayudado por el resto. Hicimos ñoquis, pizzas, fideos, sandwiches, y la verdad, la pasamos muy bien. No nos queríamos ir, no nos podíamos ir. Puerto Viejo se convirtió en nuestra casa, donde nos hicimos amigos, donde la pasmos increíble. 
Bueno, llegó "Él día" en que lo hicimos, volvimos a los 6 años.
-Che, lavemos un poco la galería- dijo alguno.
-Siiiiiiiiiiii!!!!
Las fotos son elocuentes, cisterna vacía, nos quedamos sin agua de tanto patinar: bolita, espalda, pecho, parados o trompo, cualquier forma era la indicada. 
En casos de mucho ímpetu, el jugador puede terminar estrellado contra la baranda del límite de la cancha de juego. 

Me quedaría decir, nomás, que la gente de este país es lo mejor que hay, es lo mejor que se puede ver, y vistas las fotos de los lugares, no es poca cosa.
Hoy, a más de un mes después de haber entrado desde Panamá, todavía nos sorprendemos de la amabilidad y generosidad de la gente. Cada vez que uno va al mercado, a cargar nafta o por la calle, la gente se dedica a ayudar, a aconsejar o a sonreir. Estamos en un país que tiene todo, y estamos muy bien, demasiado contentos con todo esto que estamos viviendo.
Será hasta la próxima entonces, gracias por leernos, llegar hasta este renglón amerita, por lo menos un ¡MUCHAS GRACIAS! por acompañarnos.

lunes, 2 de julio de 2012

Panamá, tanta alegría

Sobre la dificultad de definir a Panamá y las consecuencias de este embrollo: confusión, mareos y debates junto a otros viajeros que, también enroscados en el enigmático mapa cultural del país, lograron hacer luz allí donde en mi mente  no había más que monitos aulladores y dudosos cuestionamientos acerca de la fiabilidad de mi subjetiva mirada. 

Y como nada es por nada, debo retroceder la historia y recordar esa primera sensación al pisar suelo panameño, después de haber estado cuatro días en alta mar y en condiciones para olvidar. Portobelo fue una especie de madre receptora, de esas madrazas gordas, tetonas, de delantal enharinado y eluditas cocineras de pastas caseras, de brazos fornidos y manos que saben amasar adversidades. Eso fue Panamá los primeros días y los que les siguieron a los primeros. Lejos del peligro y contemplando a las velas de los barcos alejarse en el ya horizonte colombiano habíamos llegado al principio de una nueva ruta que uniría a los pequeños pero bellísimos países centroamericanos.

Del pintoresco e histórico Portobelo, desde donde en épocas de españoles en América se transportó todo el oro encontrado de nuestro continente al viejo mundo, conocímos a una de las ciudades con peor reputación panameña pero paradojicamente la segunda más importante: la polémica y peligrosa ciudad de Colón, que por su comercio podría pensarse como la capital del hemisferio. La Zona Libre de Colón es la más importante de todo el mundo occidental. Allí nos esperaba la Westy, con la ansiedad depredadora de todo aquel que nació sobre cuatro ruedas pero tuvo que dormir en un contenedor durante tres noches en el mar. En Colón nos hicimos la primer pregunta, la misma que arrastramos a lo largo de todos los kilometros que nos llevaron a recorrer este hermosísmo país: ¿Cómo es posible que en la tierra del canal más rico y famoso de América existan ciudades y pueblos tan pobres aún?, interrogante archi conocidísimo que con el tiempo fue perdiendo el verdadero sentido de su contenido, resultando hoy en un cliché para muchos, abulía para los indiferentes, palabrerías para algunos incredulos de la política o una simple pregunta destinada a ser respondida por la teoría del eterno retorno nietzscheriano. Pero...¡¿Cómo es posible que en la tierra del canal más rico de América existan personas viviendo en la pobreza!?, quizás si agrego los signos de exclamación la pregunta adquiere otra fuerza...

En Panamá y a tan solo unas horas de distancia uno puede embriagarse de oceanos, el Pacífico y el Atlántico; valles y montañas para los que anhelan abrigar las calientes  emociones caribeñas por un rato; selvas tropicales que regalan bananos inmaduros, monos que aullan como lobos, guacamayos que con sus colores son capaces de pintar un arco iris, ardillas cascadoras de nueces, lagartijas que cruzan rutas a toda velocidad, cangrejos que cavan hogares indescifrables, peces que van de vacaciones a Costa Rica y después regresan en familia, mosquitos que ya no existen (siento culpa por decirlo pero asesiné miles), iguanas que roncan y hormigas que, como todas las del mundo, trasladan hojas verdes de acá para allá y de allá para acá, impartiendo en nuestras mentes la inevitable hipotesis sobre un probable golpe o revolución. Es evidente que en algo andan y con la ayuda de la vislumbrante mirada de otros viajeros, estamos llegando a la conclusión que no solo ellas planean "algo" sino que los gatos también...algo saben que nosotros nó.

En Panamá conviven indios, chinos, afro descendientes, hijos de indígenas con españoles, índigenas recluídos en el Darién (el límite selvático con Colombia)...bueno, por lo menos esto es lo que datan las guías turísticas sobre Panamá: un país cosmopolita. Quizás Panamá City lo sea y también en el sentido de la cosmpolita desigualdad social, entre los panameños de siempre, atiborrados de carencias y atropellos y los aventajados, también de siempre, que lúcidos de ambición pero no de humanidad, se dieron el lujo de encontrar oro casualmente en las ancestrales viviendas de muchos panameños. Para ser más clara: los políticos y empresarios se dieron cuenta que el Casco Histórico de Panamá podía transformarse en un Cartagena, por lo bello que es (nadie lo duda) y comenzaron a reciclarlo (está quedando muy lindo, nadie lo puede dudar tampoco). Pero ¿que se hace con toda la gente que vive en los miles de conventillos del casco?. Se los envía a casitas más modernas en las afuera de la ciudad, a unos 40 kms de distancia, en el medio de la nada misma. Caminando por las calles del casco uno puede observar a viejitos asomándose a sus balcones, cercados por dos ya nuevos edificios. El pronostico es desalentador, a ese viejito en cualquier momento lo vuelan. ¿Es posible transformar el casco en lo que es hoy respetando el espacio ajeno?, ¿porqué, con el dinero que invirtieron en las nuevas casitas de las afueras no les arreglan a la gente sus ya deterioradas y viejas casas?. La situación es compleja y como suele suceder en este entramado llamado progreso y bienestar futuro, son variadas las opiniones y miradas.

La influencia estadounidense en Panamá es tanta que todo en este país está impregnado de aquellos años en los que Estados Unidos era dueño del canal y por lo tanto, amo de esta tierra. Para algunos, esos años fueron una bendición, para otros, el declive de toda una cultura. Miles de estadounidenses retirados viven en Panamá, incluso hay pueblos en los que uno, de repente, se encuentra hablando más en inglés que en español y los bares y hoteles llevan sus nombres en inglés. En las revistas turísticas se ofrecen playas y tierras a la venta, generalmente compradas por estadounidenses que buscan construir en Panamá una vida similar pero diferente a la que tenían en su país de origen. En Valle Antón conocimos a un campesino panameño que nos contaba sobre las dificultades de la integración en el pueblo. "Hay muchos que vienen y ponen sus reglas y si no las cumples se vuelven locos, pero hay otros que nos respetan".


Afortunadamente Panamá en sí misma es una tierra paradisíaca que conserva aún pequeños espacios silvestres, naturales y públicos. La Playa de las Estrellas, en Bocas del Toro, es uno de ellos, un pedazo de cielo al que llegamos en bicicleta. Y según opina la Westy, es también esta tierra una de las mejores para asfaltear en rutas rodeadas de verdes, plantaciones selváticas y pueblitos de habitantes sonrientes.Me dice la Westy que recuerde en este relato a Clementina y Javiera, las dos viejitas más lindas del mundo, panameñas, panameñas. Claro que las recordamos, Westy. ¿Como nos vamos a olvidar de ellas? y ¿cómo nos vamos a olvidar de la hospitalidad de Jose, que nos bancó más de un mes en su casa mientras esperábamos un repuesto?...Tampoco voy a olvidar la noche que, en el Teatro Nacional, durante la semana del Festival de Cine y, gracias a un simpático boletero, pude entrar gratis a ver La Chispa de la Vida, de Alex de la Iglesia, una genialidad de película. Y para colmar la eternidad de mis recuerdos, mientras sentada en un palco y emocionada por estar ahí por el amor que le guardo a los teatros, ver de repente al mismo Alex de la Iglesia presentar su película con las siguientes palabras: "Esta película es como la vida, para algunos es trágica, para otros, cómica. Seguramente, los corazones buenos de esta sala van a llorar y los corazones más perversos van a reír, solo les pido que no se inhiban de hacer una cosa o la otra." (Alex nos hizo sentir a todos los del público las personas más perversas del mundo y está claro que lo hizo a propósito, porque fue imposible no reirnos). ¡Gracias Panamá por tanta alegría!.


(Si planeas viajar a Panamá, recomiendo que leas el blog de Jose (joseroundtheworld.blogspot.com), ella vivió cuatro años en este país y podría darte buena información). Ah, un detalle importante. Nosotros no pudimos conocer el archipiélago de San Blas, definitivamente uno de los lugares imperdibles de Panamá, por eso...¡no te lo pierdas vos!..ahora sí, ¡Panamá, tanta alegría!