...de Ushuaia a Alaska, allá vamos, porque a pesar de las diferencias, todos somos iguales.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Belize o como pasar un país sin bajarse del auto.

La cosa es más o menos así, estamos en Buenos Aires en un recreo, sí un poco de descanso después de tanto viajar. Cualquiera que no haya viajado durante un largo tiempo puede tener sinceras y sensatas ganas de matarme, pero la verdad es que hasta viajar cansa, y estamos disfrutando de un poco de sedentarismo. 

El lado oscuro de la moneda es que toda esta comodidad, y el éxodo de la vorágine viajera hace que todo lo vivido en estos casi dos años que un poco lejos, pero a la vez, es increíblemente benévolo para volver a poner en perspectiva muchas cosas.
A la vez, respondo con velocidad a un sospechoso suspiro de mi querida compañera de vida que decía: ..."Ya fue el blog, quedó todo muy atrás".
Los primeros carteles en inglés ya eran motivo de celebración, y ahora todo lo que quedaba era incertidumbre. Mi vieja manía de interiorizarme acerca de los próximos países, esta vez había sido olvidada y una vez que pasamos la raya imaginaria, no sabíamos ni a donde ir.
Aclaro que esto que digo sólo responde a una sensación y es largado con total falta de garantía de veracidad.

Por impartir justicia de la justa para los fieles lectores de este humilde espacio, me siento en este momento a rememorar viejos tiempos y contarles lo que fue nuestro más breve paso por un país.


La entrada a este ignoto país fue de las más emocionantes de todas, no sabemos la razón, pero así fue. El habitual "choque los cinco" tras pasar cualquier línea fronteriza esta vez se llenó de abrazos y besos. Fue de esas contadas ocasiones en que los dos sentimos, y al mismo tiempo, esa rara conciencia plena de lo increíble e inverosímil que es llegar hasta tan lejos, a un lugar tan desconocido, manejando nuestra vieja camioneta y juntos. 
Al no saber a donde ir, la opción siempre es ir hacia el Norte, por más lejos que parezca, hacia Alaska. Nos recibió una linda lluvia tropical y la extraña sensación de estar en un país prácticamente deshabitado. 
Los kilómetros pasaban bajo las cansadas ruedas de la Westy pero nada nos llamaba a frenar un poco. Después del primer pueblo, no veíamos nada más que campos y campos, que ni siquiera parecían estar sembrados ni poblados de ganado. A pesar de ser una colonia inglesa (o quizás por serlo) hasta mediados del S. XX (Anónimo, corríjame de nuevo si escribo mal nos números romanos) este ínfimo país no parece haberse contagiado en nada de la prosperidad británica.
No piensen que no pusimos ninguna foto sacada desde abajo de la camioneta por simple arbitrariedad, la verdad es que no estuvimos fuera de ella casi nunca.
Entrando a Belize City vimos quizás, lo más curioso, este cementerio en plena calle. (Seguimos sin bajarnos de la Westy y ya llegamos a la mitad del recorrido belizeño)
A pesar de ser la cuidad más poblada y grande, Belize City no es mucho más que un pueblo grande. Y lamentablemente no pudimos encontrarle el encanto de pueblo caribeño que esperábamos ver. El calor era inmenso, y el ambiente sombrío a pesar del sol, los pasos de la gente cansinos, indiferentes.
Para todos los ingonrantes, como nosotros, esta es la bandera belizeña, muy poca gente la conoce fuera de acá, hasta ahora. 

Como siempre en las cuidades, recurrimos a los bomberos, que por suerte nos dejaron dormir en su cuartel, porque además de las advertencias, esta vez nos sentimos también intimidados por la ciudad y queríamos dormir seguros. 
El último dato curioso antes de dejarlos, los billetes que siguen circulando en todo el país es el Dólar de Belize, pero sigue teniendo la encantadora cara de la Reina Isabel. Por lo visto la independencia no es completa, y el legado no es sólamente la lengua.

Bueno, esto es todo amigos, la próxima, si es que la hay (presión para mi hermosa escritora), relatará las andanzas en tierras mexicanas, donde van a aparecer nuevos amigos y reencuentros con viejos.
¡¡Hasta la próxima!!